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Panamá Kuna Yala, una experiencia aborigen

En la ciudad de México abordé el avión con el que comenzaría mi aventura, primero llegué a la ciudad de San Salvador, en donde tomaría mi segundo vuelo para llegar a mi destino final, la ciudad de Panamá.

 

Por: Edgar Javier Villar Román

En la ciudad de México abordé el avión con el que comenzaría mi aventura, primero llegué a la ciudad de San Salvador, en donde tomaría mi segundo vuelo para llegar a mi destino final, la ciudad de Panamá. La emoción me invadía, estaba por iniciar una nueva aventura. Llegué a la ciudad de San Salvador y descubrí que su aeropuerto era pequeño y un poco rústico, abordé mi siguiente vuelo operado por Avianca y en tan sólo una hora con cuarenta y cinco minutos comencé a ver desde las alturas a la ciudad de Panamá, desde el avión se podían observar los grandes rascacielos y una ciudad moderna.

DÍA 1

Al salir del aeropuerto ya me esperaba el chofer que me llevaría hasta el lugar donde iba a hospedarme durante una semana, el hotel Bahía Suites. La ubicación era perfecta pues a sólo unos pasos de la avenida principal se puede tomar el metrobus al Casco Antiguo y en la otra dirección, a la Ciudad Moderna. Mi habitación era cómoda y el precio muy accesible, que incluía un rico desayuno bufete en el área de la alberca. Ese día ya era tarde, así que decidí dormir y tomar fuerzas para comenzar temprano por la mañana.

DÍA 2

Con mi mochila al hombro le pregunté a la recepcionista hacia dónde debía ir para llegar al Casco Antiguo de la ciudad, amablemente me dio las indicaciones y me dijo que podía tomar el metrobus, pero que como ese día era fresco podía llegar caminando por toda la cinta costera. Tomé la segunda opción aunque su día fresco era de 32 grados. El Casco Viejo estaba a escasos 20 minutos de mi hotel caminando, sin embargo con el calor que hacía, el trayecto me pareció de horas y llegué muy agotado. El casco viejo me maravilló con toda su historia, amé caminar por sus calles y llegar hasta los miradores en donde pude ver el contraste con la otra parte, la Ciudad Moderna y sus altos rascacielos. Los miradores están sobre un fuerte en donde los lugareños se enfrentaban con los piratas; antes de llegar a ellos hay todo un paseo en el que puedes comprar y admirar las famosas Molas y diversas artesanías panameñas.

El calor era muy fuerte así que decidí comprarme, por tan sólo un dólar, un raspado de coco con leche condensada y coco natural rayado, jamás había probado un raspado tan rico como aquel.


DÍA 3

La emoción me invadía, estaba por conocer una de las más grandes maravillas arquitectónicas, nada más y nada menos que el canal de Panamá, iba visitar las esclusas de Miraflores.

Para llegar, tomé el metrobus que deja en el centro comercial más grande de Latinoamérica, el cual tiene un central de autobuses y justo enfrente hay un aeropuerto; me dirigí a la central de autobuses para tomar un camión que, por 2 dólares, me dejó en las esclusas de Miraflores.

La entrada al Canal me costó 8 dólares e incluía entrada al museo y una proyección de un documental que hablaba sobre la construcción de esta maravilla arquitectónica.

DÍA 4, 5 Y 6

EXPERIENCIA ABORIGEN

Muy temprano, a las 5 de la mañana, pasó por mi una camioneta 4×4 para llevarme al archipiélago de San Blas, compuesto por 365 islas regidas por una comunidad autóctona aborigen que se sustenta del turismo y a la que sólo se puede llegar en una camioneta 4×4 en un viaje de una hora, hasta llegar a la entrada de la selva, y dos horas más en curvas y pendientes a través de la selva, en donde si tienes suerte verás a los mandriles en los árboles.

Después de ese viaje, no apto para gente que se marea fácilmente, llegamos al embarcadero en donde nativos aborígenes de la comunidad Kuna Yala nos recibieron para llevarnos una hora más en lancha hasta nuestra isla “Senidup” en donde me esperaba una de las más maravillosas experiencias que jamás había vivido.

Al llegar a la isla, nuestro guía nos contó que ésta se podía rodear en su totalidad caminando durante 5 minutos, y que no había manera de regresar a la civilización después de las 5 de la tarde porque la neblina baja hasta la selva y los aborígenes tienen prohibido viajar a esas horas; que comeríamos pescado recién salido del mar y después de las 10 pm todas las luces de la isla se apagarían.

Al llegar a la isla me quedé maravillado por el azul del mar que la rodeaba. Mi habitación era una chosa de palmas en donde había camas individuales. A la hora de la comida sonó un caracol que indicaba a todos los habitantes que era el momento de ir al comedor, el pescado que nos dieron estaba ¡delicioso!

Después de comer y de hacer una tertulia bastante buena entre argentinos, chilenos, mexicanos y brasileños nos llevaron en un tour a la isla más pequeña del archipiélago, sólo tenía una palmera en el centro,  también conocimos la isla Perro, en donde yace un barco hundido, y la alberca natural de estrellas marinas.

De regreso a la isla, en punto de las 7 pm nos llamaron con el caracol para tomar la cena. A las 10 en punto, todas las luces de la isla se apagaron. Ver la inmensa oscuridad a mi alrededor y disfrutar de la bóveda celeste como nunca la había visto antes, me emocionó tanto que hasta las lágrimas se me salieron. Te puedes quedar horas disfrutando del hermoso espectáculo.

Durante mi estancia en los siguientes días nos enseñaron como hacer Molas y nos llevaron a la isla principal de la comunidad, donde viven los Aborígenes. Si viajan a Panamá no duden en tomar este tour. Tiene un costo de 130 dólares e incluye transporte, hospedaje, alimentos e impuestos por entrar al territorio de los KUNA YALA.

DÍA 7

Tocaba el turno de la Ciudad Moderna, con sus grandes rascacielos y enormes centros comerciales, en los que no puedes evitar comprar porque todo es muy barato.

Por la tarde fui a la calzada Amador, un corredor que une tres islas artificiales y que fue hecho con todos los desechos de las excavaciones para realizar el canal de Panamá, la mejor forma de recorrerlo es rentando una bicicleta, aunque hay que tener condición ya que Panamá es muy caluroso y es difícil encontrar una sombra en el camino; durante todo el recorrido puedes encontrar lugares para comer, rentar bicis, motos y hasta un pequeño centro comercial.

DÍA 8

Llegó la hora de abandonar este hermoso país, al que sin duda pretendo regresar las veces que pueda. Tomo mi vuelo que me llevará a San Salvador para ahí tomar el que me regresará a la ciudad de México.