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La Ciudad de la Furia

Mientras que Alan disfrutaba de Paris, yo iba tan deprisa en mi cuarto viaje al exterior, que no sentí los dos días que demore en llegar a la ciudad que desde el avión ya mostraba su inmensidad y belleza.

Camilo Martínez
@kamilomv

Mientras que Alan disfrutaba de Paris, yo iba tan deprisa en mi cuarto viaje al exterior, que no sentí los dos días que demore en llegar a la ciudad que desde el avión ya mostraba su inmensidad y belleza: Buenos Aries, Argentina: 13° C, 4:10 am; un viejo amigo y una amiga que recién se mudaron a estudiar me esperaba en el aeropuerto; con el primer saludo sabíamos que nos esperaban días que quedarían marcados en nuestras vidas.

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La primera impresión la tuve después de unas horas de sueño, una caminata de 6 horas por el tradicional y exclusivo barrio de La Recoleta, con su aire de arquitectura parisina y edificios neoclásicos deleitaban mi gusto nostálgico.

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Debo confesarles que el segundo día preparaba para mí una grata sorpresa; la entrada al delta del Paraná: Tigre, municipio del Gran Buenos Aires, de ambiente sereno con jardines ingleses, que deja la sensación de que cada ladrillo puesto en Tigre hace armonía para brindar a visitantes un sentimiento de admiración. Una parada en el malecón para deleitarse con el rio en el cual se practica remo y se anclan pequeñas lanchas, es obligada. Tigre mi lugar favorito del viaje.

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Al terminar la noche y con el efecto del Malbec que bebí sin parar desde mi arribo, decidimos que al siguiente día cruzaríamos el rio de La Plata en un moderno catamarán llamado Buquebus el cual nos haría cruzar frontera y pisar tierra Uruguaya en la ciudad de Colonia del Sacramento.

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Y sin duda presentar Uruguay con Colonia como vitrina es un acierto, encanto encallado en tierras de reminiscencia portuguesa con calles de piedras y adoquinadas como un museo al aire libre, con su pasado militar y su horizonte con miles de árboles que adornan mágicamente cada paso de la ruta; disfrutamos cada calle alfombrada en hojas caídas, típico de los días fríos otoñales. Está vez amenizamos el recorrido no con vino, sino con Havana club, ron fuerte que cortaba el estremecedor golpe de la brisa del River Plate. Después de un intento fallido de pedir aventón, anochecimos y amanecimos en Montevideo (capital de este país) a unas dos horas en bus desde Colonia, el cambio de divisa afecto fuertemente nuestro presupuesto por lo que el Hostal Unplugged fue nuestra cama.

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Después de una necesaria y merecida noche de descanso, caminamos por el malecón montevideano en el cual fuimos a sentir la arena en nuestros pies en una playa fría en la que la niebla era quien demarcaba el horizonte. Ni el clima, ni los precios nos alentaron a continuar al que se suponía era nuestro destino final en Uruguay, Punta del Este. Así que de vuelta añoramos los precios porteños, los vinos y la espectacular y jugosa carne de las típicas parrilladas argentinas, antojo que cumplimos con suma satisfacción en Siga la Vaca, un “tenedor Libre” de amplio reconocimiento (superrecomendado), terminando en un pintoresco bar del antiguo barrio San Telmo, momento que me deja un gran recuerdo de viaje en una noche caminada, fría y bohemia, de música en vivo y malbec excesivo…junto al Rio de La Plata.

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Caminar por La Florida, visitar el caminito en La Boca, recorrer Plaza Cerrano y seguir añorando una canción de Gardel ocupó mis demás días.

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Siete días en el Cono Sur, una nueva amiga, un viejo amigo, montones de gratos recuerdos que generan nostalgia al recordar una ciudad con esplendor avasallador, al sentir una ciudad que vive y exhala su propia Furia.

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Camilo X Buenos Aires.

Alan Estrada

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