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La magia de un desierto colombiano

En el transcurso de mi vida he viajado y conocido muchos lugares, pero ninguno como el mágico desierto de la Guajira Colombiana.

Por: Jonathan Mora

En el transcurso de mi vida he viajado y conocido muchos lugares, pero ninguno como el mágico desierto de la Guajira Colombiana.

Este hermoso desierto está ubicado en el extremo norte de Colombia, en el departamento de La Guajira, cubriendo la mayor parte de la Península de la Guajira incluyendo territorios de Venezuela. 

Mi travesía por este gran lugar comenzó tomando un vuelo de aproximadamente una hora desde Bogotá, la capital colombiana, hasta Riohacha, una ciudad ubicada en el centro del mar Caribe y capital del departamento de la Guajira.

En esta ciudad solo me quedé una noche ya que era la ciudad de paso para llegar a los 2 grandes destinos que pretendía conocer (El Cabo de la Vela y Punta Gallinas) aunque es necesario hacer esta parada técnica para seguir tu viaje. 

Al otro día muy temprano salí en una camioneta 4×4 para mi primer destino, el Cabo de la Vela, aunque en la mitad del camino nos encontramos con una gran sorpresa, las Salinas de Manaure, un lugar donde se encuentran las salinas marítimas más importantes de Colombia. La sal ha sido por décadas la columna vertebral de la economía en La Guajira y una especie de oro blanco para los pobladores de la región.

Después de tres horas de viaje por un camino desértico pero con hermosos paisajes, por fin había llegado a mi primer destino, El Cabo de la Vela, un accidente costero en el sur del mar Caribe, siendo este un terreno desértico habitado en su mayoría por el pueblo indígena wayúu. 

Me hospedé en una Ranchería, un espacio autóctono y tradicional de los wayúu. Todas ellas adaptadas de la mejor forma para los visitantes.

Cuando llegué al Cabo de la Vela sólo tenía en mente un lugar, el cual muchos amigos y conocidos me habían recomendado por su increíble vista y hermosos paisajes, este lugar era el Pilón de Azúcar.

Este gran cerro está ubicado aproximadamente a 1 hora de distancia del Cabo de la Vela a pie o a 15 minutos en una moto. Y por fin llegué a uno de los lugares con la vista más hermosa que había visto en mi vida. 

Para obtener la mejor vista tienes que subir hasta la cima, pero hay que tener mucho cuidado con tus pasos, hay demasiado viento allá arriba. El paisaje alrededor es impresionante, diferente y espectacular. En la parte superior de la piedra se encuentra la estatua de la Virgen de Fátima.

Los atardeceres siempre han sido mi debilidad en los viajes y afortunadamente estaba muy cerca del Faro del Cabo de la Vela, catalogado entre los mejores lugares de sudamérica para ver un atardecer. Y así fue, me subí hasta la cima del faro y vi uno de los mejores atardeceres de mi vida.

Ver como se escondía el sol en este hermoso lugar me hizo pensar lo afortunado que soy y lo feliz que me siento de vivir este tipo de experiencias. VIAJAR ES VIVIR.

Las playas en esta zona de Colombia parecen vírgenes, no existe ningún tipo de contaminación a sus alrededores, el viento sopla intensamente en la llanura impulsando pequeños granos de arena color miel desde los pies hasta las pantorrillas.

La pesca es una de las actividades principales que hacen los pobladores para sobrevivir, aunque siempre habrá tiempo para jugar y para divertirse. Así lo hacía Juan y Alirio, dos hermanos que me encontré cuando caminaba por la playa.

Después de disfrutar algunos días en El Cabo de la Vela decidí continuar con mi viaje y llegar a mi último y más esperado destino. PUNTA GALLINAS.

Punta Gallinas está ubicado en la punta más septentrional de Colombia y Sudamérica, un impresionante paisaje natural de mesetas, dunas, acantilados rocosos y el mar azul que fluye para hacer hermosas bahías como Taroa y Bahía Hondita.

En este lugar tuve la oportunidad de apreciar la más hermosa puesta de sol y disfrutar de los impresionantes paisajes de este enigmático lugar, sus increíbles playas están rodeadas de manglares, y conservan el encanto de un lugar virgen y solitario.

Esta fue la última escena que tuve en Punta Gallinas, un grupo de más de 600 Flamencos rosados que después de unos minutos soltaron su vuelo junto al atardecer de este gran lugar.

Uno de mis lugares favoritos en el mundo, y lo mejor es que está en mi país, Colombia.