Colaboraciones

El Color de la Noche en La Habana

Hace ya más de un mes que volví de la Habana, cierro los ojos y tu recuerdo es tan intenso: veo tus colores, la lluvia, y tu sol que todo lo cura; siento tus olores a mar y al humo de tu historia.

Cuba, hoy te pienso. Hace ya más de un mes que volví de la Habana, cierro los ojos y tu recuerdo es tan intenso: veo tus colores, la lluvia, y tu sol que todo lo cura; siento tus olores a mar y al humo de tu historia; veo a la gente pasar, quietud, tus sonrisas de media luna y tus miradas que cautivan, inquietud; escucho la música en la calma de tus días, en la selva de tus noches, y en la cadencia mágica de tu voz y de tu risa. Cuba hoy te pienso. Hace ya más de un mes que volví de la Habana, cierro los ojos y tu recuerdo es tan intenso.

A finales de agosto 2016, Havana Club me invitó junto con otros talentosos fotógrafos y periodistas a la capital de la Isla. Durante 5 días visitamos algunos de los lugares más icónicos y atractivos de la ciudad. El objetivo era retratar #elcolordelanoche, y a pesar de lo que pudiera sugerir el nombre del proyecto, no era solo la imagen de la Habana noctámbula, sino también sus matices bajo la luz del día.

La encantadora Habana Vieja

Caminar por la zona más antigua de la ciudad es un viaje atrás en el tiempo. Admirar la atemporalidad de sus casas decadentes, irresistiblemente bellas, entre el ocre que denuncia su vejez arquitectónica, y sus colores tan vivos como la gente que circula incesante por sus calles.

No faltará el niño que interrumpirá su partido de fútbol para regalarte una sonrisa tierna con su innato carisma, o el mulato que te conquistará con un simple esbozo de mirada – lo mejor de los cubanos y cubanas, además de sus cuerpos atléticos de lucha y de zafra, y de su personalidad cautivadora- son sus ojos paradójicos, llenos de nostalgia pura y de pura alegría.

Imposible no enamorarse tres o cuatro veces al día.

Por @imjustafox

El eterno Malecón

De día es tranquilo, como el suave andar de sus olas que reposan sobre las rocas dormidas; de noche es el total frenesí, el despertar de las almas perdidas. Sentarse en la orilla, bajo las estrellas y la luna, a beberse una botella de ron que siempre es mejor cuando es compartida.

Por @manumanuti

Aquí se conversa, se calla, se baila, se canta, se ríe, se llora, se vive y se desvive, se muere y se revive. La fiesta no termina hasta los amaneceres rosas de la Habana, su mejor discoteca será siempre la banqueta a un costado del mar.

Recuerdo que esa semana acababa de morir Juan Gabriel (o Juan “Grabiel” como lo llaman los cubanos). Con 20 pesos convertibles, de a peso por canción, me alcanzó para hacerle un merecidísimo homenaje al divo de Juárez hasta las 6 de la mañana, acompañado de un trío de adolescentes cubanos: el virtuoso de la guitarra, el talentoso percusionista de cajón, y el talentosísimo cantante, que se sabía todas las canciones de memoria (y de corazón).

El noble Paseo del Prado

En el primer tramo, frente al Castillo del Morro, encuentras a decenas de jóvenes en patines y patinetas, paseando de un lado a otro sin rumbo fijo, o practicando sus trucos y sus suertes sobre la loza mate, entre los bancos de mármol, los faros de luz y sus árboles verdes. Dicen que durante los días de lluvia, los niños se deslizan sobre sus barrigas como pingüinos tropicales sobre aquellos toboganes improvisados.

Por @manumanuti

Continuando por el Paseo, se topa con el Parque Central, sede de “La Esquina Caliente”, donde los conocedores más experimentados del deporte cubano, especialmente del tradicional baseball, platican la crónica obligada y los últimos resultados. También es la esquina caliente de la prostitución, no de la mejor de la capital, pues está llena principalmente de los travestis, los pingos y las meretrices más descuidados.

Más adelante arribas al colosal Capitolio, de ecléctica arquitectura (parisina, romana y hasta gringa); actual centro turístico y futura sede del parlamento cubano como en sus inicios fue concebido. Y finalmente, en los límites del Paseo del Prado, el Parque o Plaza de la Fraternidad Americana, rodeado de numerosos parques y edificios.

El mágico Ron de Cuba

El ron es el espíritu líquido de Cuba, no es un licor cualquiera, sino claramente una expresión cultural de la Isla.

Por @manumanuti

Existen ocho maestros roneros, solo ocho, los guardianes que protegen el secreto del añejamiento. Para mí el mejor ron es Havana Club -el ron de Cuba- beberlo en todas partes y de todas maneras.

Un Ron Collins en el último piso del edificio FOCSA; un Presidente en la barra negra del Sloppy Joe’s; un Daiquirí de fresa en el “Hemingwayano” Floridita; un Mojito en la artística Bodeguita del Medio; un Havana Special en cualquier bar de la iluminada Calle Obispo; si es viernes, un Cuba Libre en el enérgico Don Cangrejo; o un Havana 7, en las rocas, en el eterno Malecón, si es cualquier día.

La deliciosa cocina mulata

Existen varios restaurantes con deleite culinario: la cola de langosta, los moros con cristianos, los plátanos fritos, el cerdo con mojo y la yuca. Los llamados “paladares” cuentan también con bellas peculiaridades: el Vista Mar y sus atardeceres, Doña Eutimia y su trío Los Astros; La Guarida con su vieja escalinata y su bar terraza; Río Mar y su puerto iluminado; El Cocinero y su imponente chimenea de ladrillo; El Templete y sus pescadores en el Canal de Entrada.

Sin embargo, si se logra la experiencia de comer en casa de un local -pagando por los ingredientes y la preparación-  esta puede convertirse en la mejor anécdota gastronómica cubana. Como yo en el jardín de Don Rodolfo, con su mesa llena de comida asada, sus aguacates gigantes y su jugo fresco de Guayaba.

Por @manumanuti

La exposición colectiva #elcolordelanoche

Esta semana, se expusieron en una galería de la Colonia Roma, en la Ciudad de México, algunas fotos de nuestro viaje a la Habana para medios, amigos y familiares. Cinco instagrammers y dos fotógrafos nacionales mostraron, cada quién con su estilo propio, su visión de #elcolordelanoche: Ricardo Trabulsi, Brenda Islas, Marco Bocchichio, Frank Vela, Arturo López, Taís Kuri y yo. Esto fue lo que presenté:

El #elcolordelanoche en la Habana es el color de la mejor compañía para los solitarios; el color de una mirada profunda en una habitación vacía; es el color del sol habanero que alumbra los días, y la luna y sus rones que iluminan la noche; es el color de la espera bienaventurada, para el que sabe esperar, y es el color del vaivén de su gente, como los barcos en altamar. Es el color de la vida vieja, del presente y de la novedad.

+Yo te recuerdo cuando la lluvia cae y cuando desaparece.

Hagamos algo diferente, te veo en la esquina de siempre.

Esa terquedad Reynaldo, de ir a buscarte donde sé que no he de hallarte.

El primero que sea un daiquirí, Ernesto, los demás puros en las rocas.

Vivir un par de horas amándote, morir una eternidad extrañándote.

Siempre volverás Grabiel, como la ola del mar, una y otra vez.

Me siento solo, debería yo de comenzar a sentarme diferente.

Manu Espinosa

Manuel Espinosa Nevraumont, mejor conocido en redes sociales como @manumanuti es creador de contenido especializado en turismo. Documenta sus viajes a través de sus crónicas, fotos y videos, en México y en todo el mundo, con un especial interés por proyectos relacionados con turismo comunitario y ambiental. Ha trabajado con diferentes oficinas de turismo nacionales e internacionales. En 2017 creó junto con Alan por el Mundo la cuenta foodie de Instagram @gordosxelmundo para compartir experiencias gastronómicas durante sus viajes.

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